Por la situación económica que se vive en el mundo es necesario que los gobiernos de Latinoamérica, del Caribe y muy especialmente del Perú, tomen decisiones que no afecten a los pequeños y medianos productores agropecuarios. Es hora de que todas las inversiones que se realicen dentro del sector sean lo más sensatas, lo mismo debe ocurrir con los diferentes programas sociales que se aplican dentro de las zonas rurales. Es necesaria la reestructuración del sector agricultura, tanto del ministerio de Agricultura como de las organizaciones gremiales, ya que como hemos podido observar los pequeños agricultores altoandinos siempre han sido afectados por los grupos organizados que se originaron en escritorios de burócratas que ya habían aprendido mucho sobre las formas de engaño, las formas de malversar fondos y finalmente no rendir cuenta del uso de los ingresos que genera la comercialización de la fibra de la vicuña, de la venta de reproductores alpacunos, u otros ingresos de organismos nacionales y de la cooperación internacional. Como ya mencioné con anterioridad para los pequeños agricultores altoandinos es urgente y necesario que el Estado promueva la implementación de una empresa textil andina – luego que equipos de extensionistas los organicen y capaciten – que pueda competir en el corto plazo con las empresas textiles privadas, que hoy sólo “explotan” a los productores. Ello – indudablemente – ayudará muchísimo en la erradicación de la pobreza extrema en las regiones más excluidas de nuestro país. Ello - al existir organizadores y capacitadores - también contribuirá mucho a la formación de nuevas pequeñas empresas agroexportadoras de productos agrícolas como la quinua, la oca, la kiwicha, la arracacha y otros productos que pueden cultivarse en las partes altas de nuestros Andes.
A continuación damos el informe de David Cuen, de la BBC Mundo, para que todos los productores agropecuarios puedan determinar lo que sucederá en nuestro país y lo que se debe hacer con respecto a nuestros cultivos y nuestras crianzas.
“Los gobiernos de varios países del mundo están invirtiendo miles de millones de dólares de los contribuyentes para rescatar a la banca y al sistema financiero. Las bolsas respiran aliviadas, pero ¿cuáles serán los costos de la salvación? Analicemos una parte de la factura. En el Reino Unido se nacionaliza la banca parcialmente con US$ 88.000 millones de dólares, en Estados Unidos con US$ 250.000 millones de dólares, en Alemania con US$ 109.000 millones de dólares, y en Francia con US$ 55.000 millones de dólares, sólo por citar algunos países. Todo ese dinero sale del gasto público. Eso significa que los gobiernos gastarán más recursos del presupuesto de lo que habían pensado.
La pregunta entonces es ¿de dónde sale ese dinero?
Principalmente de dos fuentes: la recaudación de impuestos y la contratación de deuda.
¿Vale la pena el sacrificio?
Los gobiernos son optimistas y aseguran que el plan reactivará el mercado crediticio y detendrá -o minimizará- la recesión económica. También creen que, en el mediano plazo, los bancos se recuperarán a tal nivel que entonces los gobiernos podrán vender su participación en ellos, obtener ganancias y resarcir la deuda.
Pero, ¿y si el plan no funciona en el largo plazo?
"No hay por qué pensar que no va a funcionar. Puede ser más o menos costoso dependiendo de cuánto dinero inviertan los gobiernos y recordando que, al final, antes o después, serán los contribuyentes los que tendrán que pagar la cuenta a través de los impuestos que recauda el gobierno", responde Rafael Pampillón, analista del Instituto Empresa de Madrid, en España. El especialista dice que, históricamente, los gobiernos han ayudado en mayor o menor medida al sector bancario, por lo que es difícil que el plan no funcione.
Sin embargo reconoce que el costo será alto, pero necesario. Y es que, como otros analistas económicos, Pampillón cree que la factura sería mucho mayor si no se rescata a la banca, lo que tendría consecuencias económicas muy graves.
Los riesgos, sin embargo, están ahí. Si los planes de rescate no son suficientes, los gobiernos tendrían que inyectar más y más recursos a los bancos, generando más cargas al presupuesto público. Si eso sucede, entonces el gobierno en cuestión tendrá que escoger entre aumentar los impuestos, aumentar la deuda, o recortar el gasto. Eso significaría que los contribuyentes tendrían una doble carga o que las autoridades tendrían que olvidarse de gastos en educación, salud o infraestructura, por citar algunos ejemplos.
Ya afecta
En algunos países los costos ya se sienten en el bolsillo público. En España, por ejemplo, la deuda pasará del 37% al 42% del Producto Interno Bruto (PIB) debido al paquete de rescate. En Estados Unidos las intervenciones del gobierno en la crisis contribuyeron a disparar el déficit presupuestario a US$ 450.000 millones, pero podría llegar hasta US$ 700.000 millones el próximo año. En el Reino Unido, los analistas señalan que el déficit en el presupuesto podría alcanzar los US$ 57.000 millones, por encima de los US$ 43.000 que el gobierno pronosticó en pasado marzo.
Los costos, además, alcanzan esferas distintas a la economía. Las metas del milenio fijadas por la ONU para combatir la pobreza están en riesgo, igual que el combate al cambio climático. Esto porque en una época de contracción económica, los gobiernos recortan gastos que consideran prescindibles.
¿Y si los bancos no prestan?
Uno de los objetivos de los distintos planes de rescate es conseguir que los bancos se presten entre ellos y le presten de nuevo a las empresas y a los individuos.
De hecho en el Reino Unido una de las condiciones que el gobierno impuso a los bancos que pidieron su intervención fue que tenían que dar créditos a las pequeñas y medianas empresas y a la gente que quiera comprar vivienda.
Pero eso no significa que los bancos volverán a prestar dinero tan fácilmente. Una de las lecciones de esta crisis es la prudencia, por lo que cabe esperar que a lo sumo, estas instituciones regresen los préstamos a los niveles de 2007. Poco a poco la tasa de préstamos interbancarios en dólares a tres meses comienza a ceder, acercándose al 4%, pero aún lejos del 2,8% en el que se situaba en septiembre.
Y eso debería generar la confianza suficiente como para recuperar el ánimo de otorgar préstamos. Si eso ocurre, entonces podrán comenzar a medirse los estragos que la volatilidad financiera causó en la economía global, lo que, a su vez, podría afectar una vez más la disposición bancaria a reactivar los créditos.
¿Y si todo funciona?
Entonces los gobiernos no tendrán que desembolsar más dinero para rescatar a los atribulados bancos, el crédito fluirá nuevamente y los mercados regresaran a sus niveles normales.
Podría ocurrir, incluso, que en un par de años los bancos regresaran a terreno positivo, y ahí sí el gobierno podría obtener ganancias. "Es cierto que si los bancos se recuperan y en el futuro obtienen beneficios podrían entonces privatizar las acciones que tengan en estas empresas y utilizar ese dinero para pagar la deuda social", afirma Pampillón.
Pero ¿serán los beneficios suficientes como para compensar el alto costo?
"Absolutamente", responde el economista.
Aunque no todo es optimismo. Está claro que, independientemente de si los planes funcionan o no, el daño ya está hecho y la recuperación podría llevarles años a los países desarrollados, cuyos gobiernos y bancos tendrán que apretarse el cinturón antes de que la economía se recupere totalmente”.
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