lunes, 12 de enero de 2009

Por una globalización verde

Por: Joshua Bishop (*)

Los geólogos nos dicen que los continentes de la Tierra estuvieron unidos en una masa única. Muchas especies de plantas y animales se distribuyeron ampliamente a través de este súper continente. Cuando los continentes comenzaron a alejarse unos de otros, la separación de poblaciones diferentes llevó a la evolución de especies distintas. La flora y fauna únicas de las islas del mundo es un testamento elocuente del poder de la separación. Suponga que las sociedades humanas existieron en esos tiempos remotos, con medios para viajar y comunicarse mucho más limitados de los que cuenta actualmente.

Podemos imaginar que una larga separación física debida a la deriva continental hubiera llevado al surgimiento de comunidades humanas diversas, con lenguas, culturas, religiones e instituciones diferentes. De hecho, eso es lo que ocurrió más o menos, en la medida que las poblaciones humanas estuvieron separadas durante milenios por los océanos, montañas y desiertos.

Entonces, ¿qué pasaría si los continentes se juntaran de nuevo repentinamente? Las especies de plantas y animales que habían evolucionado de forma separada se dispersarían y competirían. Algunas especies desaparecerían mientras que nuevos híbridos surgirían. El proceso podría ser caótico y destructivo, pero también sería dinámico y creativo. El choque de continentes es una metáfora melodramática para la globalización, pero expresa en cierto sentido el alcance y escala del cambio que estamos experimentando o, mejor dicho, el cambio que estamos perpetrando en nosotros mismos. ¿Qué ocurre cuando sociedades humanas que han estado separadas por mucho tiempo se reúnen repentinamente? La historia reciente ofrece un triste registro de conflictos humanos debidos al “choque de civilizaciones”, aunque también hay registros del surgimiento de nuevas formas de cooperación e innovación que han emergido de la interacción social.

La “globalización” es el término corto para integración global. Mucha gente se concentra en la dimensión económica —llámese comercio internacional e inversiones—, pero la globalización también incluye la integración social, cultural, lingüística, política, técnica y ambiental a través de las fronteras. Este enfoque más amplio evoca de manera natural el interés de muchos círculos. La comunidad del comercio y las inversiones desea asegurar que se cumpla la promesa de la globalización de acceso a los mercados y la no discriminación. La comunidad del desarrollo quiere asegurar que los países más pobres se beneficien de la globalización. A los sindicatos les preocupa que la globalización no resulte en estándares laborales débiles, o ponga trabas al progreso hacia un tratamiento igualitario de los trabajadores.

Y obviamente, la comunidad ambiental desea asegurar que la globalización no resulte en una “carrera hacia el fondo”, en la medida que los países compiten por atraer o retener industrias y trabajos mediante la disminución de los estándares ambientales. Los ambientalistas tienen muchas otras preocupaciones, como la dispersión de vectores de enfermedades y especies invasoras a través de un mayor tráfico de gente y bienes.

En tanto que la integración mundial de los mercados agrícolas y la adopción de tecnologías energéticas y de uso intensivo de químicos han mejorado la seguridad alimentaria, también han dado como resultado una simplificación ecológica. Los agricultores de todo el mundo dependen crecientemente de los mismos pocos cultivos, mientras desaparecen miles de variedades locales tradicionales. El poner todos los huevos agropecuarios en unas pocas canastas nos pone en riesgo frente al brote de pestes o enfermedades.

Obviamente, el problema es que nuestras instituciones no han mantenido el paso de los problemas causados por la globalización. Mientras que la integración global ha estimulado la demanda y aumentado el flujo de bienes y servicios, incluyendo el comercio de recursos biológicos, nuestros sistemas de gobierno son lentos para adaptarse y mejorar. En el caso de los bosques, por ejemplo, los ‘booms’ comerciales han llevado con frecuencia a la degradación ecológica, en la medida que las maderas valiosas son cosechadas, con frecuencia de forma ilegal, y vendidas al mejor postor sin consideración alguna por la sostenibilidad.

Los nuevos desafíos ambientales globales que han surgido requieren respuestas a nivel global. El cambio climático es el mejor ejemplo conocido, pero otros temas incluyen la sobrexplotación de las pesquerías marinas, el depósito de nitrógeno y los contaminantes persistentes. La mayoría de estos problemas están empeorando, junto con las consecuencias, cada vez más obvias, para las poblaciones humanas.

En el lado positivo, la globalización ha engendrado fortalezas reales que podemos aplicar en los desafíos ambientales globales. Las comunicaciones son prácticamente instantáneas hoy en día —si alguien encuentra una solución, todos nos enteraremos rápidamente. La producción y distribución industrial están crecientemente integradas en una escala global —si realmente necesitamos producir algo, como una vacuna para la gripe aviar por ejemplo, podemos hacerlo a una escala masiva y llevársela a la gente en todas partes y más rápido que nunca.

La ciencia se ha vuelto global. Los descubrimientos básicos y las nuevas aplicaciones se comparten y copian a una velocidad creciente. Si bien las capacidades técnicas se distribuyen de manera desigual alrededor del mundo, y la preocupación por la propiedad intelectual aún impide el flujo de productos e información, la ciencia es un esfuerzo global —y no el dominio de la rica elite de algún país.

La conciencia pública sobre los problemas ambientales también es mayor y más profunda que nunca antes. De manera más importante, las expectativas del público sobre sus políticos y empresarios en relación al medio ambiente también han aumentado, haciendo más difícil que continúen las políticas interesadas o perjudiciales.

La globalización no se va a detener y esperar para que nosotros actuemos juntos. La pregunta es qué puede hacer la comunidad ambiental para influenciar el proceso de globalización en formas que apoyen y no socaven el desarrollo sostenible. Debemos encontrar soluciones pragmáticas que funcionen con la lógica de la globalización en lugar de en contra.

Nuestras prioridades deben incluir el fortalecimiento de las capacidades de los países en desarrollo para que se anticipen a los impactos de la globalización sobre los ambientes naturales, y respondan rápidamente. Las instituciones internacionales deben ser equipadas para que evalúen y enfrenten los desafíos ambientales globales, como las especies exóticas invasoras, el cambio climático y la sobrepesca. Se requiere construir un consenso con la comunidad científica sobre las prioridades ambientales globales y respuestas de política eficaces. Y necesitamos comprometer todo el poder empresarial para contribuir a que la globalización se torne verde.


Referencia.-

1. Globalización: Lo bueno, lo malo y lo feo. Revista de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Vol. 38. Nro. 2. Mayo del 2008.

(*) Asesor Económico Principal de la UICN

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