¡Basta! “Es hora de ponerle un freno al materialismo descontrolado, que es la raíz de muchos de los problemas ambientales”: Sir Martin Holdgate
Las palabras “conservación”, “sostenibilidad” y “satisfacción de necesidades” son conceptos relacionados, pero su interpretación ha cambiado durante los últimos 60 años desde que se fundó UICN. La “sostenibilidad” —y el “desarrollo sostenible”— se convirtieron en palabras de moda en la década de 1990, asociadas por muchos con el Informe Brundtland de 1987, a pesar de que el subtítulo de la primera Estrategia Mundial para la Conservación publicada en 1980 fue “La conservación de los recursos vivos para un desarrollo sostenido”.
Pero, ¿qué significan realmente estos conceptos? Actualmente, el desarrollo sostenible se entiende ampliamente como el proceso por el cual las necesidades humanas se satisfacen, tanto ahora como en el futuro. Depende de la conservación: salvaguardar los recursos naturales de los cuales dependen todos los seres humanos para tener un aire respirable, agua potable, alimentos y todos los demás “servicios del ecosistema” esenciales para la vida. Conservación significa administración, de manera que el futuro de los seres humanos, ya sea a nivel local, regional o mundial, no se vea amenazado por la destrucción de nuestro sistema de vida.
El concepto “satisfacción de necesidades” es desconocido para gran parte del pensamiento económico actual y para las sociedades de consumo del mundo desarrollado, en el cual todos luchan por tener más y mejores cosas. La satisfacción de las necesidades dice que hay una suficiencia de bienes materiales con los cuales las personas pueden y deberían estar contentas. Es una noción ancestral atesorada en las enseñanzas de los filósofos y religiones. Ahora está reapareciendo, por ejemplo, en el reconocimiento de que “demasiada cantidad del tipo de alimento equivocado puede destruir la salud humana a través de la obesidad y que el consumo de combustibles fósiles debe limitarse para evitar perturbaciones catastróficas al clima mundial”. Hay una creencia emergente en el enfoque “contracción y convergencia”, en el cual se reduce la velocidad del despilfarro provocado por el consumo excesivo de recursos en el mundo desarrollado, mientras que el mundo desarrollado está facultado para mejorar la calidad de vida humana y "erradicar la pobreza”. “El objetivo principal es un estado ideal en el cual todos tengan una calidad de vida digna en un mundo que todavía nutre a una rica biodiversidad”.
¿Idealista? Sí. ¿Imposible de realizar? No. ¿Difícil? Muy difícil. Difícil porque tenemos que empezar desde donde estamos, con los sistemas económicos y políticos dominados por la política competitiva del corto plazo. Difícil porque a pesar de que el crecimiento de la población humana está bajando su velocidad, en 2050 el mundo no sólo tendrá que albergar a 9 mil millones de personas en vez de las 6,2 mil millones de hoy en día, sino que tendrá que darles una calidad de vida digna, que es la meta de todos. Difícil porque el clima del mundo ya está cambiando y lo seguirá haciendo, aunque el consenso internacional impulse una acción para evitar que el cambio termine en desastre.
Hace sesenta años, se fundó la Unión Internacional para la Protección de la Naturaleza en Fontainbleau en una conferencia convocada por UNESCO y el Gobierno de Francia. Fue uno de los varios productos del fervor por la reconstrucción internacional después de la Segunda Guerra Mundial. Sus fundadores fueron visionarios que ya vieron que a la humanidad le había “ido monstruosamente mal por la tierra en la que vivimos” (como dijo el escritor Aldous Huxley en una carta a su hermano Julian, primer Director General de la UNESCO). Reconocieron que el futuro humano dependía del futuro de la naturaleza, que la vida silvestre se estaba destruyendo rápidamente y que su preservación era “un deber científico”. En 1956, en la quinta Asamblea General de la IUPN, el cambio de título a UICN, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y de los Recursos Naturales, significó entender a la conservación como pilar de la sostenibilidad. En 1980 y 1991, las dos Estrategias Mundiales para la Conservación proporcionaron fórmulas racionales y basadas en la ciencia para un desarrollo sostenible que reconoció la “satisfacción de necesidades”, destacando que “no hay nada físico que pueda crecer en forma infinita”.
¿Dónde estamos? ¿Dónde estaremos en los próximos 60 años? En 2068, debemos esperar que la calidad de vida de los países ricos y pobres haya convergido, que la población mundial y demanda mundial de recursos naturales se haya estabilizado y que el cambio climático se haya reducido, o quizás detenido. UICN tiene una papel importante que jugar para lograr este “aterrizaje suave” porque une excepcionalmente a gobiernos de todo el mundo y ONG y aprovecha el conocimiento y sugerencias de miles de individuos talentosos. Puede evitar las barreras en las organizaciones intergubernamentales y, aun así, ser verdaderamente internacional. Puede ser independiente y, aun así, estar conectada con sistemas de gobernanza mundiales. Puede recurrir a la riqueza de la comprensión de las personas de todas las culturas del mundo. Puede ser puente entre disciplinas, y la unión de las ciencias naturales y sociales puede ser una de las claves para el futuro. Puede proponer teorías, pero también trabajar en la práctica, con sus miembros y por medio de ellos, en el lugar de los hechos.
¿Por qué no elaborar, ahora, una lista de objetivos que deba alcanzar UICN en su centenario en 2048 y un conjunto de estrategias realistas para lograrlos?
Sir Martin Holdgate fue Director
General de UICN desde 1988 a 1994.
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