Posición de la Vía Campesina sobre el CMNUCC (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático)
La CMNUCC es rentable para las empresas.
¿Es realmente útil para detener el cambio climático?
Los campesinos y campesinas son unas de las primeras víctimas del cambio climático. Sus consecuencias son palpables en todos nuestros campos, en las plantas que cultivamos y en los animales que criamos. Sin embargo, esto no es algo nuevo. Ya el siglo pasado en la década de los 70, los campesinos y campesinas africanos se vieron afectados por la desertización y por un cambio radical en el ciclo de las estaciones. Desde entonces, numerosas son las personas que nos hemos visto afectadas por huracanes, inundaciones, la reducción de la estación húmeda y enfermedades de plantas y de animales debido a temperaturas poco habituales. El campesinado y pequeñas explotaciones agrarias hemos adaptado nuestros modos de vida y de producción para enfrentarnos a estos cambios. Por ejemplo, hemos seleccionado semillas de variedades que crecen más rápido o que resisten a la sequía, hemos desarrollado sistemas de gestión del agua para evitar inundaciones y, por el contrario, para mantener la humedad de los suelos durante la estación seca. La mayoría de las veces hemos tenido éxito frente que nadie se haya reparado en los esfuerzos. Tan sólo la crisis de los precios alimentarios de la primavera del 2008 y las revueltas en las ciudades amenazando a los gobiernos nacionales han hecho que los medios de comunicación comenzaran a prestar atención a la crisis a largo plazo a la que hacen frente las comunidades campesinas y a la situación crítica de la producción alimentaria en la economía globalizada.
El campesinado y las pequeñas entidades agrarias se ven amenazados por las “soluciones” para frenar el cambio climático prometidas por el mundo de los negocios.
Sin embargo, parece que los campesinos y campesinas están más amenazados hoy por las soluciones para luchar contra el cambio climático prometidas por el mundo de los negocios, los países del G8, la Organización Mundial del Comercio y el Banco Mundial, que por el propio cambio climático en sí. Los agrocarburantes industriales, las semillas genéticamente adaptadas al cambio climático, la fertilización de los océanos y los mecanismos de comercio del carbono, aceleran la privatización de todos los recursos naturales de la Tierra y excluyen a las comunidades locales del acceso a los recursos que antiguamente se denominaban “bienes comunes”: la tierra, el agua, las semillas, y quizás incluso ahora, el aire que respiramos.
La mayoría de estas “soluciones” tienden más a combatir las consecuencias del agotamiento de los combustibles fósiles que a detener el cambio climático. Uno de los objetivos explícitos de la Conferencia de las Partes (COP) es ahora también el de “garantizar a largo plazo el suministro energético”. Los agrocarburantes ilustran bien el problema. Aunque se presenten como una forma de reducir las emisiones de CO2, en realidad sirven esencialmente para sustituir los combustibles fósiles y de esta forma poder mantener el creciente consumo energético a nivel mundial, en beneficio del mundo de los negocios.
Las soluciones neoliberales frente al cambio climático y al agotamiento de las reservas de los combustibles fósiles hacen que sea cada vez más difícil para el campesinado vivir del trabajo de la tierra. En todo el mundo, la tierra se la han confiscado las multinacionales para aumentar el cultivo de agrocarburantes. En todo el mundo, los gigantes de las semillas avanzan con el mazo compresor de la propiedad intelectual para prohibir al campesinado la reproducción de sus propias semillas, que son sin embargo las únicas que pueden adaptarse a la evolución de las condiciones climáticas. Los gigantes de las semillas imponen sus híbridos patentados y sus OGM. Las políticas agresivas de “libre”-intercambio impuestas por Japón, Estados Unidos y la Unión Europea mediante acuerdos bilaterales, significan retirar los mercados locales de alimentos de las manos de las comunidades y les sitúan bajo el control de las empresas financieras, agroindustriales y de distribución. Resulta cada vez más difícil para el campesinado ganar una renta digna con su trabajo, no porque no produzca suficiente alimento o de manera eficaz, sino a causa de la violenta toma de control de las multinacionales de todos los recursos naturales y los mercados. La crisis alimentaria de este año ha mostrado claramente que el alza vertiginosa de los precios no fue debido a una escasez de alimentos, sino esencialmente a la especulación financiera sobre los mercados agrícolas.
De manera general, las soluciones promovidas por los gobiernos y las instituciones neoliberales suponen que el costo de las políticas de ajuste al cambio climático repercuten en las poblaciones más pobres. Por un lado, fomentan el consumo “verde” para las poblaciones más ricas, permitiéndoles de esta forma descargar de su responsabilidad frente a la crisis medioambiental, y por otro, aumentan el precio de los productos básicos, impidiendo que buena parte de la población tenga acceso a los recursos indispensables para cubrir sus necesidades básicas (mientras que aclamamos a las poblaciones ricas de Europa y los EEUU por comprar coches que tienen bajos niveles de emisión de CO2, el precio del aceite para cocinar en el Sur es tan elevado que muchas personas no lo pueden comprar). El cambio climático se ha convertido en un nuevo pretexto para explotar a las personas más pobres, mientras que una élite cada vez más exclusiva puede seguir viviendo como antes: business as usual (lo que importa siempre son los negocios).
La destrucción de la agricultura campesina es una de las causas principales del cambio climático.
El éxodo rural masivo es una de las consecuencias de estas políticas. En Europa y en los Estados Unidos, donde prácticamente todos los bienes comunes han sido privatizados y donde el pequeño campesinado se enfrenta a la competencia sin piedad de la agricultura industrializada apoyada por las subvenciones, menos del 5% de la población sigue cultivando la tierra. En todo el mundo, los campesinos y campesinas se encuentran en un callejón sin salida: por un lado su dependencia de las semillas, plaguicidas y abonos tienen que comprar a precios cada vez más caros a la industria, y por otro lado, los precios extremadamente bajos que obtienen de la venta de sus productos. El campesinado abandona el campo y se ubica en la miseria de las barriadas de chabolas y favelas. De las seis mil millones de personas que habitan el planeta, tres mil millones viven en las ciudades, de las cuales mil millones viven en barrios de chabolas. Las personas expertas predicen que dentro de poco la mayoría de las personas que habitan las ciudades podría encontrarse en barrios de chabolas.
Este éxodo rural es una de las mayores amenazas para el clima. De hecho, mientras que la agricultura campesina enfría en clima, el modelo industrial de producción y de consumo de alimentos que lo sustituye multiplica las emisiones de carbono. Durante los últimos 150 años, la industrialización de la agricultura ha supuesto la sustitución de la energía humana – el trabajo de mujeres y hombres campesinos – por la energía de los combustibles fósiles: en forma de tractores, abonos, y la especialización de la producción y el desarrollo de los monocultivos, basados en el transporte de mercancías a largas distancias para alimentar a los seres humanos y a los animales de cría. Esto supone sustituir un modelo de producción que cuida el humus, almacena enormes cantidades de carbono en los suelos, por un sistema que utiliza cuatro calorías de energías fósiles para cada caloría de alimento que produce.
La CMNUCC debe reconocer el fracaso de Kyoto y adoptar una agenda de negociación radicalmente diferente
El protocolo de Kyoto, que se firmó en 1997 y se aplica a partir del 2005, ya ha demostrado su ineficacia. Al comenzar los debates en torno a su revisión antes de perder su vigencia en el 2012, los gobiernos y las instituciones internacionales deben reconocer que las soluciones propuestas, es decir los mecanismos de comercio de carbono, no han surtido efecto positivo alguno para detener el cambio climático. Desde 1997, las emisiones mundiales de CO2 han superado las previsiones más pesimistas realizadas en ese momento por las personas expertas del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático.
Por lo tanto, si la CMNUCC y los gobiernos desean luchar contra la crisis de forma seria, deben hablar sobre las causas reales del cambio climático. Deben empezar por reconocer sus errores y sus fracasos, deben abrir un largo debate público con los movimientos de la sociedad civil para atacar la raíz del problema: la avidez de un modelo de desarrollo basado en el poder de las empresas que ha sido difundido en todo el mundo.
Para todo esto, la agenda de las negociaciones climáticas debería modificarse radicalmente. Debería incluir los temas siguientes:
• El impacto del comercio internacional en las emisiones de carbono y cómo relocalizar las economías;
• El impacto de la agricultura industrializada sobre el clima y cómo apoyar a la agricultura campesina con modelos de producción agroecológicos;
• Una estrategia para implementar la soberanía alimentaria de los pueblos;
• Una estrategia para dejar los combustibles fósiles en el suelo, disminuir de forma drástica el consumo energético y desarrollar energías renovables controladas de forma local;
• Una estrategia para garantizar el acceso justo para todas las personas a los bienes comunes, en particular mediante reformas agrarias y la socialización del suministro del agua;
• Una estrategia para detener el saqueo de los recursos del Sur por los países del Norte, tal y como lo conocemos desde la época colonial.
Si no se discute esta agenda dentro de la CMNUCC, más que hablar de los mecanismos del comercio del carbono como estaba previsto, está claro que no tendrá ningún efecto positivo sobre la catástrofe climática.
La CMNUCC debe atacar la raíz de la crisis climática o desaparecer
El mandato de la CMNUCC es luchar de forma seria contra el cambio climático, no abrir nuevos mercados “verdes” en beneficio de las grandes empresas. Si no cumple su mandato resultará inútil e incluso tendría consecuencias negativas, ya que haría creer que los gobiernos hacen algo positivo frente a la crisis y no es el caso. La cumbre de Bali ha sentado un precedente negativo en términos de toma de control de los intereses económicos sobre las negociaciones.
Las próximas reuniones de la CMNUCC, en Poznan en diciembre de 2008 (COP14) y en Copenhague en diciembre de 2009 (COP15) serán decisivas.
La Vía Campesina insta a la CMNUCC y a los gobiernos a cambiar inmediatamente la agenda de la reunión de Poznan. Los pueblos y los movimientos sociales juzgaran si la CMNUCC es relevante para combatir el cambio climático y así si tiene legitimidad según los resultados de COP14.
Nos comprometemos a trabajar con nuestros aliados en Poznan y en Copenhagen, y a lo largo de todo el año que viene en todo el mundo, para denunciar cualquier falsa solución para frenar el cambio climático y para construir alternativas reales en el ámbito local, nacional e internacional, basadas en la soberanía alimentaria y la agricultura campesina.
jueves, 4 de diciembre de 2008
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