Luis Hernández Navarro (Enviado) - La Jornada
Maputo, Mozambique, 20 de octubre. Una de las principales causas de la actual crisis alimentaria mundial es la especulación financiera, coincidieron en señalar hoy distintos oradores participantes en la quinta conferencia de Vía Campesina. “Sin embargo”, aseguró la india Shalmali Gutri, de Focus un Global South, “de ello no se habla en los informes oficiales.”
La agricultura ha sido secuestrada por el capital financiero; ya no es capaz siquiera de definir sus precios, afirma Joao Pedro Stedile, dirigente del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil y uno de los líderes campesinos más conocidos mundialmente.
“Debido a la crisis financiera de Estados Unidos –asegura el documento de trabajo de Vía Campesina para el congreso– los especuladores han empezado a cambiar los productos financieros por las materias primas, incluyendo los productos agrícolas. Esto afecta directamente los precios en el mercado doméstico, pues muchos países dependen cada vez más de la importación de alimentos. Esto está ocurriendo mientras aún hay suficiente comida en el mundo para alimentar a la población global”.
El alto precio de los productos agrícolas no ha llegado a quienes los producen en el campo. El mexicano Alberto Gómez, integrante de la coordinación internacional de la Vía, dice que mientras los especuladores y grandes negociantes se benefician de la crisis actual, la mayoría de los hombres y mujeres del campo no obtienen beneficios. “Siembran, pero la cosecha está comprometida con los usureros, los acaparadores y los coyotes de cuello blanco de los fondos de inversión”.
En la Bolsa de Chicago, ilustra Joao Pedro Stedile, se han vendido ya las cosechas de los próximos siete años. ¡Aún no han sido producidas, pero ya tienen dueño!
Las referencias a la estrecha imbricación existente entre las crisis financiera, ambiental, energética y ecológica son comunes en las participaciones de delegados en mesas regionales y paneles de discusión del congreso.
“Nunca se había vivido una crisis como la actual. Y nosotros no la creamos”, dice el hondureño Rafael Alegría. “La humanidad está amenazada, pero no por nosotros. Por el contrario, somos quienes garantizamos los alimentos. Ahora, sin embargo, es el capital financiero el que tiene el control de las cosechas. Con ellas especulan. Somos nosotros los llamados a producir la comida que hace falta. Ni los excedentes de la Unión Europea ni de Estados Unidos podrán resolver el problema”.
“En nuestros países se produjeron revueltas por el hambre, pero sucedieron en las ciudades donde se consumen alimentos importados, no en el campo”, puntualiza Ibrahima Coulibaly, de Malí. “En nuestras aldeas no hubo problemas. Pero en lugar de consumir nuestra cosechas los gobiernos decidieron subsidiar comida importada.”
Los datos proporcionados en el encuentro son demoledores. Muestran cómo, pese a que la producción permanece a nivel alto, la apuesta de los especuladores a la escasez para incrementar artificialmente los precios ha tenido éxito. La producción mundial de grano en el ciclo 2007/2008 está estimada en 2 mil 108 millones de toneladas, lo que representa un aumento de 4.7 por ciento con respecto a la cosecha del ciclo anterior. A pesar de ello, el número de hambrientos en el mundo ha crecido dramáticamente hasta alcanzar la cifra de mil millones de personas.
Joas Pedro Stedile sintetizó en cinco puntos la ofensiva del capital financiero internacional por el control de la agricultura a través de varios mecanismos. Primero, por conducto de sus excedentes de capital financiero; los bancos pasaron a comprar acciones de centenares de empresas que actuaban en diferentes sectores relacionados con la agricultura. Y a partir del control de la mayor parte de las acciones, promovieron un proceso de concentración monopólica.
Segundo, mediante la dolarización de la economía mundial. Esto permitió que las trasnacionales se aprovecharan de las tasas de cambio favorables y entraran en las economías nacionales comprando fácilmente a las empresas locales dominando así los mercados productores y el comercio de los productos agrícolas.
Tercero, utilizando las reglas impuestas por organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y los acuerdos multilaterales, que normalizaron el comercio de productos agrícolas según los intereses de las grandes empresas, y obligaron a los gobiernos serviles a la liberalización del comercio de estos productos.
Cuarto, gracias el crédito bancario. La producción agrícola, cada vez más dependiente de insumos industriales, quedó a merced de la utilización de créditos bancarios para financiar la producción. Y éstos financiaron la implantación y el dominio de la agricultura industrial en todo el mundo.
Finalmente, en la mayoría de los países los gobiernos abandonaron las políticas públicas de protección del mercado agrícola y de la economía campesina.
Las consecuencias de la crisis financiera en el campo han comenzado ya a sentirse. El coordinador general de Vía Campesina, el indonesio Henry Saragih, señala que se está denegando el crédito y sin crédito no es posible cultivar la tierra.
La crisis –explica Dena Hoff, de la Coalición de Agricultores Familiares de Estados Unidos– puede ser para los campesinos “la ocasión que llama a la puerta”. Shalmali Gutri coincide con ella y advierte que el tsunami financiero ha servido para sacudir y cuestionar la fe neoliberal. La agricultura campesina ha ganado legitimidad
Joao Pedro Stedile está de acuerdo. Según él, “gracias a Dios y a que Dios sigue siendo campesino, la crisis nos abre grandes oportunidades”. Es el momento no de quedarse con los brazos cruzados viendo cómo se cae el capitalismo sino de participar en su entierro.
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