Autor | Grupo de Reflexión Rural | Idioma | Español | Pais | Argentina | Publicado | 18 agosto 2009 14:11
"¿Qué es lo que tendría que hacer entonces, un sojero argentino para reclamar próximamente bonos de Carbono y añadirlo a sus enormes ganancias actuales? Sorprendentemente, casi lo mismo que ha hecho durante los últimos 13 años. Los nuevos acuerdos solamente le requieren haber rotado soja y maíz en los últimos tres periodos, y que haya usado inoculantes, tales como los que recomienda habitualmente el INTA".
Los gobiernos acordaron en el año 1997el Protocolo de Kyoto, denominado de manera oficial como Convenio Marco sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas. El acuerdo entró en vigor el 16 de febrero de 2005 , después que lo ratificaron 55 naciones que suman el 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero. En la actualidad el Convenio Marco cuenta con el respaldo de 166 países. El Protocolo de Kyoto, incluye entre otros acuerdos, y como artículo 12, el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), que habilita a los países industrializados para adquirir certificados de reducción de emisiones, comprando acciones en proyectos que supuestamente, secuestran o reducen las emisiones producidas. En la práctica, estos mecanismos habilitan a los países del hemisferio norte a contaminar en la medida en que inviertan bonos verdes en zonas captadoras de carbono, en los países del hemisferio sur.
En junio de 2005, el entonces Secretario de Medio Ambiente de Argentina, Atilio Savino, en una reunión habida sobre Cambio Climático en la ciudad de Buenos Aires, recibió a las principales entidades que representaban a los productores sojeros y maiceros. En la misma reunión participó Hernán Carlino, jefe de la Oficina Argentina del Mecanismo de Desarrollo Limpio y presidente desde el 2005 hasta el 2007 de la mesa de acreditación de proyectos que aspiraban a inversiones de los MDL de las Naciones Unidas (recordemos que de bonos de carbono para la agricultura se comienza a hablar de manera oficial recién en Balí, en Diciembre del 2007). El funcionario, [1]que impulsaba las políticas de Estado del modelo sojero biotecnológico, explicó en ese encuentro, las posibilidades que se generaban para los agrocombustibles a partir de la implementación del protocolo de Kyoto: “Al crearse una restricción del carbono, aparecen alternativas comerciales muy interesantes”, manifestó, alentando el optimismo de la audiencia agroempresarial. El Ingeniero Santiago Lorenzatti, Coordinador General de AAPRESID, por aquel entonces a cargo del Proyecto de certificación de la siembra directa, sacó a luz la gran preocupación que animaba a los sojeros, cuando preguntó, acerca de qué posibilidades había de proponer a los cultivos agrícolas industriales, como una de las alternativas en materia de secuestro de carbono, para poder entrar en el comercio de las emisiones. El funcionario Hernán Carlino respondió, que: “esa propuesta no contó hasta ahora con “socios” internacionales de peso, pero que se intentará reabrir el debate, dado el interés que reviste para el país, líder mundial en siembra directa”.
AAPRESID ha creado actualmente, la marca registrada “Agricultura Certificada” cuyo titular es justamente, el mismo Santiago Lorenzatti, el mismo que en el 2005 preguntara sobre las posibilidades de que los monocultivos de soja entraran en el comercio de las emisiones. En el año 2008, el mismo personaje, se anticipaba al futuro al manifestar: “Buscamos entrar al mercado de bonos de carbono, pero luego vimos que en el protocolo de Kyoto no estaba reconocida la siembra directa como actividad secuestrante... Se optó entonces por un esquema proactivo, apuntando a diferenciarse y a diseñar un protocolo para llegar a una certificación de las buenas prácticas contenidas en un sistema que la Argentina ha logrado exportar a otros países. Al cabo de 30 años de siembra directa, se comienzan a ver los frutos...Somos conscientes que adoptamos un sistema superador y sustentable. Hay que contabilizar que no más del nueve por ciento de la superficie mundial está bajo siembra directa; tenemos la oportunidad de posicionarnos para retener y capturar ese valor”.
En Agosto de 2009 los lobbistas sojeros respaldados siempre por el Estado argentino y en particular por el Ministerio de Relaciones exteriores, donde se ha producido un extraño ensamble funcionarial entre gente influida por las corporaciones, setentistas y estalinistas, parece que están logrando al fin su objetivo. La Oficina de Naciones para el Cambio Climático, acaba de introducir una nueva metodología para los créditos de carbono desde la agricultura, que beneficiará a la siembra directa química y a los monocultivos de soja. La metodología consiste en otorgar créditos de carbono a los cultivos que incluyan la inoculación de la soja y el maíz. Según los analistas financieros el inoculante beneficiado será el producido y patentado por Becker Underwood. Justamente, en el 2008, la compañía Becker Underwood firmó un acuerdo con Monsanto por el cual trabajarán en conjunto para la producción de tratamientos de las semillas de maíz, soja y algodón. Es decir, que el nuevo paquete tecnológico contendrá el glifosato y las bacterias de la Becker Underwood. Públicamente Becker Underwood admite que esa metodología fue diseñada por miembros de la propia compañía. De esa manera, la sojaRR podrá entrar en el mercado de carbono por el solo mérito de inocular las semillas. En estos días los lobbistas apuntan a que la siembra directa sea reconocida como secuestradora de carbono y así, es muy probable que en pocos meses, los territorios sojeros participen de la gigantesca ruleta financiera y subsidiaria, que se inaugurará a partir de fines del año, con el comercio internacional de los Bonos de Carbono. [2]
La gran diferencia entre el tratado de Kyoto y la próxima Conferencia sobre Cambio Climático que se realizará en el mes de Diciembre en Copenhague, será que Estados Unidos habrá de aceptar por primera vez, la necesidad de bajar las emisiones de dióxido de carbono. Recientemente, y casi en paralelo con la aprobación, por parte de la Oficina de las Naciones Unidas, de la metodología de bonos de carbono para la inoculación de semillas, que beneficiaría a la siembra directa en la agricultura, el Gobierno norteamericano aprobó con media sanción, la Ley Climática, “climate bill” o Ley del clima. Esa legislación, de ser aprobada por el Senado, legitimaría y posibilitaría una ingeniería financiera monumental vinculada al mercado de los bonos de carbono. El New York times, anticipándose, refiere específicamente a un mercado de emisiones, en que probablemente, circulará un trillón de dólares y que sin lugar a dudas, aportará a restablecer los equilibrios financieros. Es evidente que, los políticos norteamericanos, en concertación con los lobistas de la industria biotecnológica, están haciendo lo posible para que la agricultura industrial sea la gran beneficiaria de los créditos de carbono, o sea, de los subsidios encubiertos para la siembra directa. Monsanto es la corporación que ha realizado mayores inversiones hasta la fecha en los procedimientos de lobby a los políticos que aprobaron el Climate Bill.
La prensa norteamericana toma la delantera de esa manera a favor de los nuevos escenarios a los que abre el mercado del carbono aplicado a la agricultura, escenarios que habrán de implicar altas inversiones y en las que el riesgo especulativo será importante. [3] Parte de esa especulación financiera, actualmente en crisis después de la debacle de los prestamos hipotecarios, conocidos como sub/prime, se reciclará entonces con los bonos de Carbono y sus nuevos mercados. De hecho, las nuevas burbujas ya comienzan a constituirse en los mercados globales. El titular de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados norteamericana Collin Peterson, en su reciente ponencia a los sojeros norteamericanos, les dijo que, con el climate bill, el precio de los granos aumentara de 1.8 a 4.6%. [4]
¿Qué es lo que tendría que hacer entonces, un sojero argentino para reclamar próximamente bonos de Carbono y añadirlo a sus enormes ganancias actuales?
Sorprendentemente, casi lo mismo que ha hecho durante los últimos 13 años. Los nuevos acuerdos solamente le requieren haber rotado soja y maíz en los últimos tres periodos, y que haya usado inoculantes, tales como los que recomienda habitualmente el INTA. Los productores deberán ofrecer asimismo datos fiables y verificables sobre la cantidad de urea utilizada, al menos en los últimas tres rotaciones completas de maíz y soja. Los controles muy probablemente los hagan los mismos sojeros desde AAPRESID, o acaso se pergeñarán mecanismos perversos a los efectos, desde la misma Mesa Redonda de la soja responsable, que conducen las Corporaciones y sus socios nativos. O sea que, una vez más, los zorros cuidarán del gallinero.
Con los bonos de carbono y los recientemente aprobados mecanismos de desarrollo limpio, la agricultura química de siembra directa, podrá iniciar su “revolución verde transgénica” en África y en otras partes del planeta, donde todavía los Agronegocios no son hegemónicos. De esa manera, y contra toda lógica de un discurso preocupado por los cambios climáticos, las Naciones Unidas están haciendo posible un avance sin precedentes en la mercantilización global de los alimentos y de la agricultura, a la vez que, legitimando concentraciones abrumadoras de las cadenas agroalimentarias que permitirán gigantescos negocios corporativos. El próximo tratado de Cambio Climático a celebrarse en el próximo mes de Diciembre en Copenhague, si es que no podemos detener estas tendencias políticas, ahondará la extensa situación de desruralización, descampesinización y desterritorialización del mundo rural. Las consecuencias de estas políticas serán las de incentivar hasta límites inimaginables la emigración forzosa hacia los países ricos y hacia las ciudades, acentuar el despoblamiento masivo de inmensos espacios del Planeta y provocar un hacinamiento cada vez más gigantesco en todas las grandes urbes transformadas en megalópolis inmanejables y al borde del colapso.
Por último, reafirmamos: que la Soberanía Alimentaria continúa constituyendo el eje principal de toda alternativa frente a las amenazas del modelo de los Agronegocios biotecnológicos; que es posible generar modelos productivos amigables con el entorno, que respeten los bienes comunes y que sean capaces de preservarlos para las próximas generaciones; que alimentarse, se ha convertido de manera creciente, en un acto político, un acto de conciencia, de insubordinación y resistencia, así como en una práctica que propicie redes rebeldes de comercialización a escala humana y de producciones familiares y de autosuficiencia alimentaria.
GRR. Grupo de Reflexión Rural
www.grr.org.ar
[1]http://cdm.unfccc.int/
El funcionario inicia la política decréditos para la incorporación de inoculantes en el 2007 cuando era el chair del accreditation borrad.
[2]http://www.seedquest.com/
[3] http://www.reuters.com/
[4]www.greenpacks.org/
jueves, 20 de agosto de 2009
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