domingo, 6 de septiembre de 2009

Las plantaciones de árboles no son bosques

Autor | Biodiversidad, sustento y culturas | Idioma | Español | Pais | América Latina | Publicado | 27 agosto 2009 11:28

Con el fin de entender las alternativas a los monocultivos, convocamos de nuevo las voces de muchos rincones. Reunidas iluminan la resistencia a las plantaciones de pinos, eucaliptos, palma africana y cualquier variedad de árboles que, siendo o no transgénicos —pero si lo son, peor—, tienen graves efectos sobre el entorno natural y social donde sientan sus reales, además de profundizar el desigual modelo que tiene al mundo sumido en varias crisis simultáneas de las que tales empresas siguen lucrando.

Casi todos los siguientes fragmentos fueron proporcionados por el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM), que cuenta con un boletín que difunde sus investigaciones de muchos años.

Los árboles de los bosques tienen una larga vida. Su sistema de raíces es extensivo e interactúa con numerosas especies en la biota del suelo, las cuales son cruciales para reciclar, almacenar y mantener los nutrientes en el ecosistema forestal. Por encima del suelo, los árboles proporcionan sombra, hogar y alimento a comunidades indígenas y a casi 2 millones de especies de insectos, aves, mamíferos, otras plantes, epífitas, hongos y bacterias.

Todos los seres humanos dependen de los bosques de una u otra manera ya sea con agua limpia, hábitat, alimentos, plantas medicinales y como santuarios recreacionales y espirituales.

La mayoría de ellos, especialmente los bosques tropicales, son esenciales para el ciclo del agua que lleva la lluvia hacia los cultivos. Regulan la temperatura de la Tierra, evitando que algunos lugares sean muy calientes o muy fríos. Los bosques absorben dióxido de carbono y producen oxígeno; en ese sentido son los “pulmones” del planeta.

El reemplazo de los bosques por plantaciones de árboles provocará un desastre ecológico para nuestro planeta, especialmente ahora que el calentamiento global se está acelerando dramáticamente.

Los monocultivosde árboles, constituyen una amenaza a los ecosistemas forestales naturales biodiversos. Las denominaciones que ponen las comunidades locales a las plantaciones industriales son reveladoras. El eucalipto es el “árbol egoísta” porque sus plantaciones remueven nutrientes del suelo y consumen tanta agua que los campesinos no pueden cultivar arroz en los campos adyacentes. Los mapuche de Chile se refieren a las plantaciones de pino como “soldados plantados” porque son verdes, están en fila y avanzan. En Brasil, las plantaciones de árboles son “desiertos verdes” y en Sudáfrica las llaman el “cáncer verde”. A lo largo y ancho del hemisferio sur las organizaciones y redes se están oponiendo activamente a las plantaciones industriales de árboles en sus tierras. A lo anterior se suma la amenaza de la utilización masiva de árboles transgénicos, que intensificarán los problemas de las plantaciones industriales y la oposición de las comunidades locales. Un reporte conjunto del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales y Amigos de la Tierra Internacional señala que los científicos que dicen “mejorar” árboles mediante modificación genética están en realidad trabajando para “mejorar la rentabilidad de las empresas” que financian sus investigaciones. Y destaca: “Desde una perspectiva biológica no hay mejora alguna. ¿Es un árbol con menos lignina mejor o peor que uno normal? Es claramente peor, por la pérdida de fuerza estructural resultante, que lo hace susceptible de sufrir serios daños durante las tormentas de viento. ¿Es una ‘mejora’ un árbol resistente a herbicidas? No lo es, pues permite la fumigación extensiva con herbicidas, que afecta el suelo donde está el árbol, destruye la flora local y repercute sobre la vida silvestre. ¿Qué utilidad puede tener un árbol sin flores, sin frutos y sin semillas para los seres vivos? No proporcionará alimento a miriadas de especies de insectos, pájaros y otras especies que dependen de esto para alimentarse. ¿Es una mejora un árbol con propiedades insecticidas? Es un peligro para muchas especies de insectos que a su vez son parte de cadenas alimentarias mayores”.

Mae Wan Ho y Joe Cummings, “Árboles transgénicos, la última amenaza”, http://www.ecoportal.net

Grandes empresas deforestan la Amazonía legal para plantar eucalipto y transformarlo en carbón vegetal destinado a sus siderúrgicas en la región. Echan abajo la selva tropical más rica del mundo en biodiversidad e implantan el monocultivo de eucalipto, sin ninguna diversidad vegetal, y lo transforman en carbón, que aumenta el calentamiento global. En tanto las empresas se agigantan, la nación se queda con el peso de la degradación ambiental.

La Amazonía es víctima de un ecocidio en función de la ganancia del capital. Si la sociedad no presiona y el gobierno no actúa, en el futuro habrá allí un nuevo Sahara, con graves consecuencias para la sobrevivencia de la humanidad y de la Tierra.

Frei Betto, “Amazonía, ecocidio anunciado”, http://alainet.org

Los procesos de recuperación territorial mapuche en Neuquén se enfrentan al creciente embate del capital forestal y petrolero. También entran en contradicción las lógicas de relación con el territorio.

La comunidad mapuche Gelay Ko está cerca de la ciudad de Zapala, a escasos 30 kilómetros, en la zona central de la provincia de Neuquén. Se trata de un espacio geográfico para la vida durante los tiempos fríos, ya que las comunidades están con el ganado en las tierras altas de la montaña durante el verano. En ese ir y venir los mapuche se ven cruzados por la codicia del capital y el atropello estatal.

Silvia Claleo es werkén (vocera) de la comunidad mapuche Gelay Ko. Como werkén participa en la Confederación Mapuche Neuquina, una organización que nuclea alrededor de 62 comunidades en toda la provincia.

La práctica de pastoreo que tradicionalmente realiza el pueblo mapuche implica el traslado, algo que hoy se ve gravemente dificultado. “Culturalmente practicamos la trashumancia, que consiste en estar durante el invierno en lugares más cálidos (invernada) y en el verano trasladarnos a los lugares más altos, denominados espacios de veranada. Es una práctica ancestral que tiene el pueblo mapuche; es proteger el medio donde vivimos, el espacio territorial, porque consideramos que tenemos que dejar reposar el territorio”. Este traslado manifiesta un tipo de relación opuesto al que impone hoy el capitalismo, que se expresa mediante la extracción permanente y sin reposo. La comunidad Gelay Ko ahora está en la zona del río Litrán, un espacio en el que realizan la veranada más de siete comunidades de la zona central y donde vienen creciendo las situaciones de conflicto, “porque una de las políticas de arrinconamiento que ha impulsado el estado neuquino y el Estado nacional es la venta de todo lo que han considerado apto para el turismo o para la forestación”, explica Silvia Claleo, más de veintisiete parajes que hoy están en ardua disputa. “Nuestra comunidad viene desde siempre a veranar a estos territorios, que consideramos como propios, para el pastoreo de animales. Venimos, de hecho, de una historia de arrinconamiento y de avasallamiento importante que les tocó vivir a nuestros mayores. Diecinueve años atrás, se creó la Corporación Forestal Neuquina (CorFoNe), como parte de las políticas del estado provincial para la forestación de grandes espacios que antes eran utilizados para la veranada”. Este modelo forestal que implantó especies ajenas (sobre todo pinos foráneos “ponderosa y “oregón”) tendría severas consecuencias para la región.

Una parte de la producción de esas plantaciones es destinada a la industrialización de la madera. Sin embargo no sólo en Neuquén sino en toda la Patagonia hay ingentes cantidades de pino exótico esperando ser taladas. Investigadores ligados a las asambleas ambientales han denunciado la posibilidad de la instalación de papeleras en el sur argentino. “Argentina: Resistencia a forestales y petroleras en el Puelmapu”,

Agencia de Noticias Biodiversidadla, http://www.biodiversidadla.org

La Iniciativa Nacional por la Suspensión de la Forestación, se acordó el 14 y 15 de abril de 2007, en Paso Severino, departamento de Florida, donde delegados de organizaciones de pequeños productores agropecuarios y de otras organizaciones sociales provenientes de los cuatro puntos cardinales de Uruguay, concordaron en que la ausencia de estudios de impactos sociales y ambientales previos a la aplicación de la ley forestal y los impactos ya constatados de las plantaciones, significaban desalojo de población rural, escasas oportunidades de empleo, condiciones de trabajo inadecuadas, concentración de la tierra en manos de grandes empresas nacionales y extranjeras, transferencia de cuantiosos recursos económicos de toda la población hacia el sector forestal a través de subsidios directos e indirectos, agotamiento y contaminación de los recursos hídricos, degradación de suelos, contaminación de agua y suelos por el uso masivo de agrotóxicos, impactos graves en la flora, en particular sobre el ecosistema de praderas, impactos graves sobre la fauna y aparición de plagas que afectan a otras producciones agropecuarias, además de impactos sobre el paisaje típico uruguayo.

Por tanto decidieron constituir un movimiento nacional para exigir “la inmediata suspensión de todas las plantaciones forestales de pinos y eucaliptos, salvo aquellas de pequeña escala para abrigo, sombra, leña o insumos de autoabastecimiento del predio rural”.

También exigen una evaluación “seria y completa de los impactos sociales, económicos y ambientales de la forestación con la más amplia participación de sectores de la sociedad civil, especialmente los más perjudicados. Que en el plan de ordenamiento territorial del país no se incluyan los monocultivos forestales en función de la experiencia de sus impactos económicos, sociales y ambientales negativos para el país. Que se revea la actual legislación forestal con la más amplia participación de sectores de la sociedad civil, especialmente los más perjudicados. Que se aplique el artículo 47 de la Constitución —que restableció la soberanía del país sobre la gestión de los recursos hídricos— en particular al sector forestal. Que se adopte una legislación que impida la concentración de la tierra en manos de grandes empresas nacionales y extranjeras. Que se discutan las estrategias de desarrollo local con la más amplia participación de sectores de la sociedad civil especialmente los más marginados. Que se adopten instrumentos legales para garantizar la permanencia y mejora de calidad de vida de las familias del campo”. Esto significa que la iniciativa dice: Sí a la diversidad productiva y no a los monocultivos forestales. Sí a la distribución equitativa de la tierra —tierra para quien quiere trabajarla—y no a su concentración en manos de grandes empresas nacionales y extranjeras. Sí a la defensa y preservación de los recursos naturales y no a la explotación destructiva del rico patrimonio del país y su entrega a intereses empresariales. Sí al bienestar de todos los orientales en armonía con la naturaleza y con la preservación del planeta.” Con información del Boletín 118, WRM, mayo de 2007

“El pueblo se siente afectado… los ríos se están secando, los árboles, la naturaleza se acaba, los animales se ahuyentan, con eso que siembran derrumban todo, ya no hay las especies que había antes… La gente se iba a cazar la guanta, el conejo, todo eso, y ya no pueden ir porque ya no hay montaña donde se pueda ir para cazar. Todo lo que es naturaleza se está ahuyentando, ellos [los animales] por lo menos tenían árboles donde podían vivir y hacer sus casas, ahora ya no hay nada de eso porque cortaron. Eso está puro eucalipto”.

En el caso de Tortuga, el antiguo río que atraviesa el poblado es ahora apenas un hilo de agua estancada y la gente se ha visto obligada a hacer un pozo en el propio lecho del río para poder abastecerse de agua. Tal situación es consecuencia directa de la plantación de amplias áreas de eucaliptos en la zona. Al respecto, un poblador local dice: “Éste es el río Tortuga, y mírelo está seco. ¿Cuánto hace que terminó el invierno? Casi nada, y mírelo como está. Más adelante ya no habrá agua. Yo no sabía y nos han hecho conocer. Si desde un principio nosotros hubiéramos sabido que esto nos hacía daño no sembraban, se los impedíamos…”

La empresa ha sido acusada de infringir la ley al haber talado áreas de bosque tropical para sustituirlo por plantaciones de eucalipto. Un habitante de Tortuga cuenta que “botaron todo abajo y sólo plantaron esa planta [el eucalipto]. La empresa botó bosque primario, porque aquí adentro, donde mí [en mi predio] había un bosque que había preservado”.

Con estos y otros muchos antecedentes, más de 400 jóvenes de ambos sexos participaron el 13 de mayo de 2006 en una acción contra las plantaciones de la empresa japonesa Eucapacific en la localidad de Tortuga, en el cantón Muisne, provincia de Esmeraldas. Eucapacific también violó las normas legales al plantar a menos de 30 metros del río Tortuga. La acción llevada a cabo por los jóvenes consistió en talar —con machetes, hachas y motosierra— unos dos mil árboles de la franja plantada ilegalmente por la empresa cerca del curso de agua. Cada vez que un nuevo árbol caía, los aplausos y consignas de los jóvenes acompañaban la caída.

José Bautista, un habitante de la zona, dijo que la tala de los árboles fue la última opción que tuvieron para que la empresa maderera tome en serio el tema ambiental. Al respecto cuenta: “Hablamos con la ministra de Ambiente, ella vino acá y dijo que iba a suspender los permisos para la siembra de los árboles. Luego nos convocaron a una reunión con Eucapacific y ellos señalaron que no existen tales sembradíos y les creyeron”.

Es decir, que la acción no puede ser siquiera considerada ilegal, dado que —según la empresa— esos árboles “no existen”. A pesar de ello, los machetes y motosierras mostraban que efectivamente existían y que, si se aplicara la justicia, Eucapacific no sólo debería pagar las multas correspondientes, sino también los jornales de los jóvenes que eliminaron los árboles que la propia empresa debería haber cortado. Sin embargo, la empresa amenazó con iniciar acciones legales contra las personas y organizaciones involucradas. Patricia Granda, “Monocultivos de árboles en Ecuador”, Boletín número 106, WRM, mayo de 2006

La industria forestal es una de las actividades simbólicas del ultra-neoliberalismo del Estado chileno, aplicado y expandido desde la dictadura militar de Pinochet y asumida y sometida por los gobiernos de la concertación. Los dueños de las forestales son de los más ricos de Latinoamérica, enriquecidos a costa del saqueo de bienes públicos y colectivos. En el presente son más de 3 millones de hectáreas de plantaciones en monocultivo de especies exóticas como el pino y el eucalipto. El gobierno de la presidenta Bachelet dio luz verde para una radical expansión que lleva al abismo a las poblaciones y comunidades locales, con severos impactos sociales, culturales y económicos.

Dos grupos económicos, Matte (cmpc) y Angelini (Copec-Arauco-Celco), que entre ambas controlan en Chile un 70% del suelo utilizado para plantaciones y con expansión en Perú, Ecuador, Uruguay, Argentina y Brasil, obtuvieron su consolidación durante la dictadura militar. Recibieron tierras gratuitas, beneficios y hasta empresas estatales a bajo costo, como la compañía petrolífera de Chile (Copec) la que prácticamente venía de regalo con Forestal Arauco y celulosa Celco.

Estos grupos económicos siguen controlando el aparato público estatal para su haber. Muchas de sus imposiciones vienen acompañadas de políticas represivas, con criminalización de la protesta social, que incluso han arrojado hasta muertes, como el asesinato del joven mapuche Alex Lemún en noviembre del 2002 en medio de una reivindicación de tierras de un predio forestal de Mininco (CMPC).

Con el Decreto Ley 701, de la dictadura, las empresas se han beneficiado por décadas para cubrir los costos en los procesos de plantaciones y producción. En el presente, ante las dificultades de seguir obteniendo más tierras por los conflictos sociales, han impuesto la política de Estado de introducir especies exóticas entre los campesinos chilenos y las comunidades mapuches por sobre las economías locales, en tierras agrícolas o ganaderas e incluso bosques nativos, agudizando los conflictos y la pérdida de agua.

Alfredo Seguel, “Empresas forestales y su poder fáctico en el Estado chileno”, http://www.mapuexpress.net

Decir que “sufrieron un proceso violento de expulsión” no refleja todo el horror de las acciones llevadas a cabo por grupos de asesinos paramilitares con el apoyo de las Fuerzas Armadas colombianas. A través de bombardeos, destrucción y quema de viviendas, asesinatos, torturas y desapariciones, la represión logró su objetivo: la expulsión de todas las comunidades (en particular afrocolombianas y mestizas) de la región. Diez años después, en una demostración de valentía —en medio de amenazas permanentes— la gente comienza lentamente a retornar a sus hogares destruidos y se encuentra con que sus tierras y bosques en los que han habitado por más de 120 años, están ahora ocupados por miles de hectáreas de monocultivos de palma aceitera y que sus “propietarios” son los mismos paramilitares responsables de las masacres que les empujaron a la migración. “Cuando volvimos, estaba todo sembrado de palma”, comenta indignado un poblador.

La indignación logra superar el miedo y los legítimos propietarios se lanzan a recuperar su territorio ocupado por palmas haciendo lo único que se puede hacer: eliminarlas. “Hay que tumbar la palma, que es lo que nos está molestando”, dice un retornado. En algunos casos las cortan con motosierras, en otros las arrancan de raíz y a la mayoría les cortan todas las hojas y el brote terminal (las “desmochan”). El trabajo es agotador, dado que las palmas ya cuentan con troncos muy gruesos y sus hojas esconden peligrosas espinas que provocan hinchazones e infecciones. A eso se suma el peligro de las culebras ponzoñosas y las avispas que atacan al momento menos pensado. Unas veinte personas apenas logran eliminar dos hectáreas de palma por día. Al momento de la visita se calculaba que se llevaban unas 40 hectáreas recuperadas, que ya estaban comenzando a ser sembradas con cultivos alimenticios.

Es que en el Curvaradó no se interpreta la palma como vida o como posibilidad de vida. “De qué vida se habla, cuando se habla de biocombustibles derivados de la palma. Aquí la palma es desolación verde, es destrucción humana, es muerte de toda la vida”. En esta región, la mayoría de las 50 mil hectáreas del Territorio Colectivo eran selva virgen, con más de 25 ciénagas. Los pobladores dicen: “nos han explotado las maderas que teníamos, las ciénagas han sido canalizadas y secadas, los animales no tienen alimento, las aves se han ido por falta de fruta”. Ricardo Carrere, “Colombia: comunidades eliminan plantaciones de palma de aceite para recuperar su territorio”, Boletín número 121, WRM, agosto de 2007

Entre 1992 y 1994 la Asociación Ecologista Costarricense-Amigos de la Tierra Costa Rica (aeco), con organizaciones locales de la península de Osa en el Sur del país, desarrolló una fuerte campaña de denuncia y oposición al proyecto que la compañía transnacional Stone Container pretendía llevar a cabo en esta región. Dicha empresa proponía sembrar unas 20 mil hectáreas de monocultivo del árbol Gmelina arborea como materia prima que abastecería un complejo industrial de producción de astillas que a su vez sería exportado hacia Estados Unidos en buques de hasta 70 mil toneladas. Este complejo industrial y puerto se proponían ubicarlo en el corazón del Golfo Dulce, en una de las zonas costeras mejor conservadas y de mayor diversidad biológica del país.

La campaña tuvo dos grandes logros. Logró evitar que se estableciera este enclave, ya que se demostró que estaba escasamente planificado, era ajeno a la realidad y a las perspectivas sociales de la zona y sus impactos socioambientales eran enormes. No poseía ningún carácter de sustentabilidad. Un segundo logro es que la campaña llamó la atención de una diversidad de sectores sociales del país y facilitó que iniciaran una reflexión nacional sobre los modelos de desarrollo, la sustentabilidad y el derecho de la comunidades locales a planificar, controlar sus recursos y definir su futuro.

Antes de la campaña el sector ambientalista costarricense se limitaba a una serie de labores ligadas a la conservación de áreas protegidas y a la protección de la vida silvestre. En contadas ocasiones, llamaba la atención sobre la producción y el manejo de desechos sólidos. Era un sector pequeño, tímido y hasta cierto punto aislado ya que no estaba ligado a otros movimientos populares en forma permanente. En pocas ocasiones llevó a cabo luchas socioambientales. Con la campaña, el sector ambientalista se empezó a perfilar como movimiento popular y tomó un rumbo nuevo nutriéndose de los conceptos de la ecología social y de la economía ecológica al tiempo que construyó alianzas con otros sectores populares y emitió opiniones y propuestas sobre la realidad nacional consolidándose como un movimiento popular que empezó a denominarse ecologista. Este joven movimiento es ahora caracterizado como una fuerza social que atiende la crisis ambiental desde una perspectiva social, económica, cultural y política realizando propuestas sobre el modelo de desarrollo.

Desde su inicio, la campaña se dedicó a recoger el sentir de las comunidades frente al proyecto de desarrollo impuesto y a fortalecer la capacidad organizativa de las comunidades mediante tres acciones: facilitar espacios de discusión y reflexión sobre el uso de los recursos naturales ubicados en este territorio y las expectativas de desarrollo de las comunidades locales; facilitar la búsqueda e interpretación de la información disponible sobre los modelos de desarrollo en que se enmarcaba el proyecto Stone (y sobre el propio proyecto y sus alcances) y facilitar el análisis sobre posibles impactos y su relación con los modos de vida propuestos por las comunidades. Javier Baltodano e Isaac Rojas, “Soñando y empujando: diez años de luchas y propuestas en Costa Rica”, coecoceiba-Amigos de la Tierra Costa Rica.

A partir de 1967 se comenzaron a instalar monocultivos de eucaliptos en el norte del estado de Espírito Santo, en la región sudeste de Brasil, con la llegada de la empresa Aracruz Celulose sa, fundada por el empresario noruego Erlin Lorentzen. Él levantó la mayor empresa exportadora de celulosa de eucalipto del mundo, acaparando casi medio millón de hectáreas de tierras en Brasil, con plantaciones de eucaliptos en cinco estados brasileños.

Cuando la empresa llegó a Espírito Santo, invadió primero las tierras de los pueblos tupinikim y guaraníes y en los años setenta las tierras de las comunidades de quilombolas, descendientes de africanos que fueron traídos para realizar el trabajo esclavo en las plantaciones durante la época colonial. Después que destruyera la selva virgen y los ríos de esas comunidades y tras expulsar a los indígenas y a los quilombolas, Aracruz construyó sus tres fábricas de celulosa en el municipio de Aracruz en Macacos, uno de los más de treinta poblados indígenas extintos por los eucaliptos de Aracruz.

Pero tres poblados consiguieron resistir la invasión de Aracruz, y con eso los indígenas cobraron fuerza para emprender la lucha por la recuperación de sus tierras. Fue en 1981 que consiguieron una primera demarcación de 4492 hectáreas de sus tierras, área que aumentó en 2571 hectáreas en 1998. Por fin, en 2007, y después de una intensa lucha, los tupinikim y los guaraníes recuperaron una demarcación de 18070 hectáreas.

Desde 2003, cuando el gobierno federal reglamentó el artículo constitucional que garantiza a las comunidades quilombolas el reconocimiento y la demarcación de sus tierras, las 34 comunidades del norte de Espírito Santo iniciaron también una lucha para recuperar sus tierras. Desde 2007 se delimitó un área (Linharinho) con 9500 hectáreas, casi todas ocupadas por los eucaliptos de Aracruz. Entretanto, Aracruz consiguió suspender el proceso de demarcación y justicia. Otras cuatro áreas están bajo estudio y aguardan su delimitación oficial.

El mst realizó también varias ocupaciones de tierras en Aracruz, la última en 2005, en un área de 8500 hectáreas, de las cuales, conforme al movimiento, 3 mil hectáreas eran tierras públicas que deberían haberse destinado a la reforma agraria y a la producción de alimentos y no a una empresa privada que produce celulosa para exportación.

Toda esa lucha de resistencia tiene como clave importante la articulación y la solidaridad mutua entre las comunidades tradicionales, los movimientos sociales del campo —como el mst o el Movimento dos Pequenos Agricultores (mpa)—, y algunas entidades de apoyo, académicos, religiosos, estudiantes, etcétera. Todo esto creó, en 1999, una red de alerta contra los desiertos verdes: una red informal y horizontal, sin coordinadores ni presidentes, con el objetivo de enfrentar (con apoyo internacional) el poder de la empresa Aracruz y al mismo tiempo cuestionar el modelo de desarrollo que esta empresa, junto con los gobiernos federal, estatal y municipal ha estado imponiendo al pueblo de Espírito Santo. El monocultivo de eucalipto y la producción de celulosa es un ejemplo paradigmático de la violencia, la injusticia y la exclusión que provoca este modelo en términos sociales, ambientales, económicos y culturales. Al mismo tiempo, la red intenta construir otro tipo de desarrollo local, basado en la demarcación de las tierras de las comunidades tradicionales, en la reforma agraria, en la producción agroecológica de alimentos, y en la transformación del patrón de exorbitante consumo, inmoral e insustentable que se pone al servicio de las empresas del gran capital como es Aracruz. A resistência contra a monocultura de eucalipto no Espírito Santo, Brasil

En Espírito Santo, unas 1 300 mujeres de la Vía Campesina llegaron en 14 omnibuses al puerto de Portocel en Barra do Riacho, norte del Estado. El puerto es propiedad de Aracruz Celulose (junto con la empresa japonesa Cenibra, otra productora de celulosa) y es el único puerto de Brasil especializado en embarque de celulosa, con una capacidad de embarque anual de 7.5 millones de toneladas. La medida, que duró cerca de media hora, detuvo por casi cinco horas las actividades de unos 50 camiones preparados para embarcar celulosa. También arrojaron pintura sobre fardos de celulosa, estropeando aproximadamente dos toneladas.

La medida tuvo el objetivo de denunciar ante la sociedad la concentración de tierras de Aracruz Celulose. Cerca de 300 mil hectáreas de tierras están ocupadas por plantaciones de eucaliptos para producir celulosa de exportación, y parte de esas miles de hectáreas son tierras de comunidades indígenas, quilombolas, pescadoras y ribereñas. Aracruz Celulose también concentra el agua: consume diariamente 248 mil metros cúbicos de agua, lo que equivale al consumo de una ciudad de 2.5 millones de habitantes, para lo cual desvió parte del río Doce, perjudicando así a varias comunidades locales (ver Boletín número 72, WRM).

Otra de las medidas de lucha contra el avance de las plantaciones forestales se llevó a cabo en Marañón, donde hay más de diez municipios afectados por los monocultivos de eucaliptos. En la hacienda de Vale do Rio Doce, en Açailândia, mujeres de la Vía Campesina incendiaron varios atados de troncos de eucalipto. En esa zona el eucalipto plantado abastece una carbonería industrial que es responsable de una gran contaminación aérea que afecta las vidas de más de 1 800 habitantes del vecino Asentamiento California. La empresa tiene otras 200 mil hectáreas que se destinarán a la plantación de eucaliptos para abastecer a la celulósica Suzano Papel e Celulose, que se instalará en la región.

La acción se hizo en reclamo de políticas públicas que garanticen la soberanía alimentaria y energética de la población brasilera, en lugar del financiamiento de grandes proyectos del capital internacional que destruyen los recursos naturales y no generan empleos.

Por otro lado, en el Estado de Rio Grande do Sul, unas 700 campesinas ocuparon la estancia Ana Paula, perteneciente a la empresa Votorantim Celulose y Papel (vcp), en Candiota. La ocupación se inició con el corte de eucaliptos del establecimiento y formó parte de la Jornada Nacional de Lucha de las Mujeres de la Vía Campesina con la finalidad de denunciar las consecuencias del monocultivo de eucalipto en la región: falta de agua para consumo humano y producción, desertificación y acidez del suelo, pérdida de biodiversidad con graves consecuencias para el ecosistema de praderas. Muchos vecinos de vcp ya sienten los impactos de los monocultivos, que han secado sus pozos y han alterado la fauna, provocando invasiones de animales que afectan sus cultivos. Sin embargo, los dineros públicos, que salen de los bolsillos de la población en forma de impuestos, se siguen destinando a bancos y empresas del agronegocio que degradan el ambiente, expulsan a los campesinos del campo y no generan empleo. Brasil: en el Día de la Mujer, campesinas en lucha contra las plantaciones forestales, Boletín número 141 del WRM, abril de 2009

Acción Ecológica publicó los resultados de una investigación en la cual se documentan los graves impactos sociales y ambientales provocados por los monocultivos de pinos y eucaliptos, tanto en la zona andina como en Esmeraldas. Los hallazgos de esta investigación ponen de manifiesto la inconveniencia de promover pinos y eucaliptos, pues desplazan a poblaciones campesinas, quitan recursos vitales a las poblaciones locales, ocupan tierras productoras de alimentos, aumentan la pobreza en las zonas donde se instalan, generan menos ocupación que la que desplazan, destruyen las economías locales, agotan los recursos hídricos, afectan gravemente la biodiversidad de flora y fauna, degradan ecosistemas de bosques y páramos, contaminan las fuentes de agua con químicos y pesticidas.

Con base en dichas conclusiones Acción Ecológica hizo públicas las siguientes propuestas en relación a plantaciones forestales:
• Demandamos que el Estado tome todas las medidas para que se pare la expansión de los monocultivos forestales.
• El Estado no debe otorgar incentivos ni directos ni indirectos para el fomento de plantaciones, ni entregar en concesión tierras para este fin.
• Toda plantación futura deberá ser sometida a evaluación de impacto ambiental previo, a otros mecanismos de gestión ambiental (auditorías), y deberá cumplir con todas las normas ambientales vigentes, así como el respeto a la consulta previa informada a las comunidades, que incluya el derecho a decir “no”.
• El Estado debe obligar a las empresas forestales a retirar los árboles de todas aquellas áreas plantadas que están afectando los recursos naturales y las economías de las poblaciones locales, y a realizar una reparación ambiental y social a las poblaciones afectadas.
• El Estado debe obligar a las empresas a retirar todos los árboles plantados ilegalmente, como por ejemplo los plantados a menos de 30 metros de los cursos de agua.
En resumen, lo que Acción Ecológica pide es que se reconozca que estos monocultivos tienen graves impactos sobre la gente y el ambiente y que el Estado tiene por ende la obligación de controlar los existentes y de impedir que se sigan expandiendo. Acción Ecológica, Propuesta sobre Plantaciones Forestales, 17 de mayo, Boletín número 106 del WRM, mayo de 2006

Las comunidades que hemos vivido y convivido con los páramos por mucho tiempo, conocemos sus lagunas porque en ellas nos refrescamos; son ecosistemas de hábitat de muchos animales y plantas que nos ayudan a mantenernos en armonía con la naturaleza, con nosotros mismos y con los demás, por eso nos interesa su preservación por que igualmente pensamos en nuestros hijos y en su futuro.

La pervivencia de los páramos, es la permanencia de la naturaleza, ella nos puede continuar dando el alimento espiritual y material que necesitamos o no lo puede quitar todo y dejarnos morir de hambre y sed, si no la escuchamos y no la respetamos. La naturaleza no es una parte, es un todo y los páramos hacen parte de ese todo como el lugar más frágil, por eso son espacios de mucho respeto, de secretos invaluables, de agua; es allí donde conjugan toda una gama de elementos que por nada del mundo se pueden cambiar, pues son la vida.

Hemos cuidado y seguiremos cuidando los páramos, hemos vivido como parte de ellos, conocemos y reconocemos que para unos son ecosistemas y para otros son territorio, que aún se conservan en buen grado; que “su importancia radica en la gran biodiversidad, el intercambio de genes y ser refugio de especies emblemáticas como el cóndor, el puma, el oso y la danta” y aún más en su función hidrológica que presta como el mayor regulador de la alta montaña, y qué no decir de sus paisajes que expresan ese carácter solemne y sagrado que viene de nuestros antepasados
Nos oponemos a que declaren nuestros páramos como reservas en territorios ancestrales indígenas, a su militarización y al desalojo de las comunidades. Conocemos que el avance de la frontera agrícola es una realidad a la que debemos hacerle frente, sin embargo para esto es necesario y urgente que el Estado cumpla con los compromisos de la adquisición y entrega de las tierras necesarias para las comunidades, haciendo una verdadera reforma agraria; pues es la carencia de tierras productivas y la falta de políticas, que empujan el avance de la frontera agrícola. “Por la defensa y soberanía territorial y ambiental de los páramos de Colombia”, Red Nacional de Páramos, 29 de mayo de 2009

De repente la biomasa es la respuesta universal para nuestros problemas climáticos y de energía. Sus promotores alegan que será la fuente primordial del combustible para calefacciones, electricidad y transporte. Poco gente se detiene a preguntarse como va a hacerle el planeta para acomodar todas estas demandas y aún así producir comida y conservar espacios silvestres. Pero ahora hay un uso todavía más loco para las astillas de madera. El gran milagro verde funciona así: hay que convertir la superficie del planeta en carbón. Perdón, no es carbón. Ya no le decimos así. Ahora decimos biochar. La idea es que los desperdicios de los cultivos y la madera se cocinen para liberar los componentes volátiles (que pueden usarse como combustible) y luego que el residuo —el carbón— se entierre en el suelo. Según los magos que lo promueven, este nuevo milagrito frena el colapso climático, reemplaza el gas y el petróleo, mejora la fertilidad de los suelos, reduce la deforestación, ahorra mano de obra, crea empleos, evita enfermedades respiratorias.

Para empezar, Carbonscape, una compañía que confía en ser de las primeras en comercializar esta técnica, habla de plantar 930 millones de hectáreas. Peter Read propone nuevas plantaciones de árboles de biomasa y cultivos de azúcar que cubran 1 400 millones de hectáreas. Pero la superficie arable en el Reino Unido es de 5.7 millones de hectáreas, la 254ava parte de la cifra propuesta por Read. China cuenta con 104 millones de tierras de cultivo. Estados Unidos tiene 174 millones. La cifra global es de 1360 millones de hectáreas. Si siguiéramos el plan de Read tendríamos que reemplazar los cultivos del mundo con plantaciones de biomasa, lo que causaría una hambruna mundial instantánea, o tendríamos que duplicar el área cultivada del planeta, lo que echaría a perder los hábitats naturales que quedan. Read es uno de los promotores de la primera generación de biocombustibles líquidos, que jugaron un papel importante en el precio de los alimentos de hace un años, lo que lanzó a millones a al hambre. ¿Qué no han aprendido nada? George Monbiot “Woodchips with everything”, The Guardian, 24 de marzo de 2009

Fuente: Biodiversidad, sustento y culturas

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