Por Fabiana Frayssinet
RÍO DE JANEIRO, 6 may (IPS) - En el centro-occidental estado brasileño de Mato Grosso do Sul, cada 10 días se suicida un joven indígena. En principio atribuida a la falta de tierras y de oportunidades, esta tragedia es de tal dimensión que ya ha llamado la atención de especialistas locales y del exterior.
El último joven que se ahorcó --el método de suicidio que prevalece-- tenía 20 años y era empleado de un ingenio de caña de azúcar, una fuente de trabajo externa y culturalmente distinta a las comunidades de la zona, pero que se ha hecho habitual para muchos de los jóvenes de la etnia guaraní kaiowá ante la falta de opciones de sobrevivencia en sus aldeas en quehaceres tradicionales.
Después del noroccidental estado de Amazonas, Mato Grosso do Sul concentra la mayor cantidad de indígenas de Brasil. Se calcula que son unos 70.000 en todo el territorio, la mayoría de la etnia guaraní kaiowá.
"Si no se toman medidas inmediatas tendrá lugar un nuevo genocidio indígena en pleno siglo XXI", advierte al respecto un informe del Consejo Indígena Misionario (CIMI), vinculado a la Conferencia Nacional de Obispos católicos de Brasil
El informe anual titulado "Violencia contra los pueblos indígenas", que el CIMI presentará esta semana, señala que en Mato Grosso do Sul ya se suicidaron seis indígenas desde que comenzó el año. Esto suma 40 muertes por esa causa desde enero del 2008.
El estudio destaca que 100 por ciento de los suicidios y 70 por ciento de los asesinatos de indígenas, 60 en todo el país, tienen lugar en ese mismo estado.
La mayoría de los asesinatos son cometidos entre los propios indios guaraní kaiowà, en el contexto de peleas, muchas veces familiares.
"Sumado al crecimiento del número de suicidios, se percibe un cuadro de autodestrucción de ese pueblo, provocado por la precaria y violenta realidad que enfrenta", concluye el informe, coordinado por la antropóloga Lucia Rangel.
Saulo Feitosa, secretario adjunto del CIMI, analizó en entrevista con IPS que todas las formas de violencia que tienen lugar en Brasil y particularmente en Mato Grosso do Sul están vinculados directamente a la cuestión por la tenencia de la tierra.
Una situación que tiene que ver "con el mantenimiento de las disputas de tierras entre indígenas e invasores, y con el mantenimiento de una gran cantidad de aborígenes en pequeñas parcelas", puntualizó.
"Muchos adolescentes se matan por la falta de alternativas", agregó Feitosa, tras destacar que la edad promedio de suicidios es entre 13 y 17 años. Al respecto hay varios análisis. Pero por la edad, Feitosa indica que la interpretación es que se trata de un "trauma" vinculado a una edad en que precisamente se está construyendo la identidad.
En ese sentido, el director del CIMI entiende que los jóvenes guaraníes muestran un conflicto agravado, "porque la identidad de esa etnia es profundamente religiosa" y "el hecho de no tener su propio espacio donde rezar, su bosque con sus alimentos para sobrevivir, su tierra para reproducir su identidad cultural, fragiliza aun más la identidad individual de esos jóvenes".
Precisamente la aldea donde los suicidios son más frecuente es Bororó, en el municipio de Dourados, ubicada a 225 kilómetros de la capital estadual, Campo Grande, y donde viven hacinados 13.000 nativos en un área aproximada de 3.500 hectáreas.
Allí ante la falta de tierra y esperando la promesa de demarcación, los indígenas viven en casas precarias, muchas de ellas apenas de lona, una al lado de la otra, mientras que las casas originales de esa etnia son habitualmente espaciadas.
"Se les obliga a convivir amontonados, los hombres salen a trabajar a los cañaverales en condiciones de trabajo muchas veces de esclavitud, las mujeres se quedan con sus hijos, y en esa situación crece el alcoholismo y la violencia, que lleva a esos alarmantes números de suicidio y asesinatos", describió Feitosa, al destacar que la situación se agrava por tratarse de grupos étnicos distintos.
Un proceso de "autodestrucción" que requiere del gobierno, según el CIMI, una urgente acción política que revierta esa situación, que comience a demarcar parcelas, a reforestar las áreas degradadas y a reestructurar el esquema habitacional.
El dirigente del CIMI precisó que Mato Grosso do Sul es un estado donde la demarcación de tierras no fue resuelta, un hecho que atribuye a una "presión muy fuerte del agronegocio", en referencia a las empresas agroexporadoras que producen soja y caña de azúcar, en su mayor parte para biocombustibles, al igual que crían ganado.
La aldea de Bororó fue cercada por este tipo de establecimientos rurales en los últimos 25 años. "Los hacendados compraron tierras, compraron ganado, soja e hicieron monocultivos en nuestras tierras", dijo a IPS Amilton Lopes, lider indígena de esa región.
"Ya no tenemos más lugar donde vivir, donde buscar remedios nativos, donde buscar alimentos para sostener a nuestros hijos, ya no hay más casas para nosotros", resumió Lopes, quien atribuye la violencia a esas carencias.
A todo ello hay que agregarle otros agravantes, como "el veneno" (agrotóxico) que se utiliza en las haciendas. Es esparcido desde aviones sobre los cañaverales vecinos y, por tanto, también cae en áreas pobladas de indígenas.
El CIMI señala que las comunidades indígenas de Mato Grosso do Sul reivindican unas 112 áreas de tierras ancestrales como propias, la mayoría trabadas en procesos burocráticos.
Pero Lópes tiene otra explicación para el suicidio de indígenas, aunque también, como consecuencia de la falta de tierras y oportunidades de sobrevivencia: la desintegración familiar y el alcoholismo.
"Los jóvenes me dicen que prefieren morir si no tienen cómo vivir y comer, y entonces, para mantener a sus familias, se van a trabajar a las destilerías (ingenios). Pero las mujeres se quedan sólas con sus hijos y ahí se amigan con otro hombre que las mantenga y le dé de comer a sus hijos. Y cuando vuelve el marido la encuentra con otro. Esto aumenta la violencia", ejemplifica.
Cosas de una "modernidad" social, que el líder indígena opone al "tradicional matrimonio indígena", así como también contrapone otros nuevos parámetros como los de la alimentación.
Antes, para comer eran suficientes los "frutos del bosque", la "miel de la abeja nativa" que ahora no existe más como fuente alimenticia, recuerda Lopes.
En contraposición existen los "supermercados de las grandes ciudades, pero el dinero no nos alcanza para comprarlas. Pero como da ganas de comer esas cosas!", ilustra el líder indígena para quién esa contradicción del consumismo es peor aún para un adolescente indígena que ni sabe como sobrevivirá en el futuro.
Los entrevistados descartaron como razón de los suicidios, algún motivo cultural-ancestral como, por ejemplo, el que causa el suicidio de ancianos en otras culturas indígenas.
"Le pregunté eso al gran paje (sabio anciano indígena) si antes había suicidios y ahorcamientos. Pero él me respondió que no, que antes todos vivían libremente, como querían, y no en el chiquero que vivimos hoy", resumió sin más palabras.(FIN/2009)
miércoles, 6 de mayo de 2009
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